Cuando nació Fran, el 5 de Marzo de 2015, fue un día maravilloso.
No fue un parto demasiado complicado y todo iba bien hasta que escuché al matrón algo de llamar al pediatra por no se qué de una mancha. Me incorporé y pregunté qué decían, qué mancha.
Pero al llegar el pediatra, dijo que era un angioma sin importancia, superficial y sin relieve, por lo tanto no era nada importante, sólo estético.
Fran creció como un niño normal hasta que el 26 de octubre de 2016, cuando tenía 20 meses, sufrió su primera crisis.
Al principio no sabíamos ni lo que le pasaba, sólo corrimos al hospital que por desgracia nos pillaba bastante lejos ya que ese fin de semana estábamos en el pueblo donde viven mis padres.
Durante el camino, a unos 15 minutos de Jaén, comenzó a convulsionar, estaba tan asustada y llovía tanto… era interminable aquella carretera por la cual pasábamos casi a diario. Al llegar al hospital, llegó en parada, la crisis duró demasiado.
Cuando los médicos por fin salieron de aquella sala y nos llamaron, una vez le estabilizaron, nos dijeron que había sido una crisis epiléptica. Yo sólo lloraba. Permanecimos en observación dos días, los cuales se repetían las crisis sin parar. En una mañana tuvo cuatro o cinco… no sé.
Ya en planta comenzaron las pruebas pertinentes y su ahora neuróloga le diagnosticó Síndrome de Sturge Weber.
Pero ahora ya todo tiene otro color, Fran está bien, con su medicación no le han vuelto a repetir las crisis desde hace ya meses (a excepción de algún sustillo).
Va poco a poco, sin prisa pero sin pausa, es listo y cariñoso. Es un superhéroe.